octubre 26, 2004

Viajar

Viajar significa siempre un cambio. El viaje implica siempre un camino que recorrer, y un objetivo que cumplir que, a veces, es el viaje mismo. Hay algo muy interesante en el viaje. Al cambiar nuestro sitio habitual por otro, o por un recorrido en el espacio y en el tiempo, también cambia nuestra perspectiva. En un viaje todo es nuevo para nosotros, porque cambiamos nuestro lugar de cada día por un paisaje que cambia y se mueve. La vida es un viaje, la vida es un cambio que nos sucede. Hay quien piensa que viajar es fabuloso. Y lo es. Pero viajar también es incómodo, porque vamos a lo desconocido, cruzamos las sendas ignotas y nos adentramos en la selva de la existencia. Para solucionar esto se inventaron las señales que nos indican el camino, un camino experimentado por otros y en el que recibimos las indicaciones adecuadas para no perdernos. Aunque, bueno, a veces seguimos demasiado esas señales, ¿no creéis? A veces las señales matan un poco el sentido profundo del viaje, el de descubrir propiamente el camino que hay que seguir. ¿Quién conoce el camino? Se viaja para cambiar y se cambia viajando, así nacen los recorridos de cada uno por estas sendas de la vida. De vez en cuando es bueno detenerse, hay que encontrar un lugar y detenerse, y el viaje nos permite buscar ese lugar, nos permite llegar al corazón de nuestro viaje. Creo que sólo es posible amar si se hace esta búsqueda, y el amor llega cuando nos detenemos en nuestro viaje, cuando el viaje mismo nos pide descansar. Nuestros ojos se posan entonces sobre otros ojos y desde ese instante sabemos que hemos llegado. El viaje no termina, claro, pero continúa de otro modo. Ahora es nuestra mirada la que sigue viajando mientras nuestra alma se halla localizada en un lugar indeterminado del corazón.
Viajar es importante, vital diría yo, Lapiceros.